Las Razones de Le
Duc VS Las Razones de Ruskin
Su
biografía representa fielmente la formación sobre la teoría de la restauración. Entiende
la restauración por intervención para mantenerlo y recuperar su integridad
original . Sobre su obra y sus realizaciones viene la teoría sobre ellas. Su
punto de vista lo considero empírico. Puede que su actitud sea diletante, en el
sentido que aprende de lo observado y analizado e interpreta y construye en
base a lo aprendido, sin pretender bucear y teorizar, antes de intervenir; su
hipótesis histórica la lleva hasta su realización física, con técnicas
tradicionales y materiales vanguardistas en la época. Su dedicación y
devoción a la representación grafica de la arquitectura, le convierten en un
gran conocedor del estilo y la forma constructiva contemporánea y de las obras histótricas
que estudió a través de las investigaciones realizadas in situ. Su defensa
sobre la intervención sobre el edificio le convierten en coautor de la obra
terminada, mimetizando la obra a restaurar, a la obra de restaurada. El fin justifica
los medios.
A su favor, la consecución y
materialización de grandes e importantes restauraciones con gran dificultad
técnica, sobre las cuales practicó su mayor recurso, la “construcción en
estilo”. En su contra, la
intervención sobre los estilos no considerados originales en la obra y la
eliminación de las mismas, para acometer una visión de primacía de una época
sobre otras. La imposición del estilo, sobre el legado histórico. La manipulación de
la ruina imponiéndole sólo, una época, “La Epoca” que consideró la original en
la obra a restaurar. La consideración que posteriores intervenciones fueron una
equivocación y su obra; la corrección hacia el estilo y l a forma consideradas
por él las originales, interviniendo más allá de la consolidación, terminando
las partes del edificio que quizá ni siquiera hubieran existido. Su intervención
puede ser tan “equivocada” como las que él consideró malas intervenciones. El
fin último de la restauración es quién pone en su lugar al autor. Si el fin
último es recuperar el ambiente hipotético que tuvo, el resultado es evidentemente
excelente. Tiene sentido un decorado medieval en el siglo XIX? Es otra
cuestión.
John Ruskin
Hablar de “restauración integral del
patrimonio” y mencionar a John Ruskin, tiene un punto de contradicción. Válido
para realizar una profunda reflexión sobre el valor de la ruina y la verdadera
necesidad de remontar la ruina; es en mi opinión, la conciencia de la propia
ruina la que elige a Ruskin para su defensa. No obstante, restaurar el
patrimonio no es, a mi parecer consolidar la ruina y admirarla como espacio inacabado.
La restauración tiene un significado de utilidad añadido al edificio – objeto
restaurado. En el caso de los edificios, la utilidad es inseparables a los usos
que se vayan a incorporar al edificio a restaurar. En definitiva, teorizar
sobre el respeto a la ruina, es como escribir recetas sin haberlas cocinado
antes. No sabiendo si la práctica resulta viable, optar por no realizarla y
momificar un espacio – edificio tiene el riesgo de acelerar su deterioro, y
admitir como dice el mismo Ruskin que prefiere la muerte a la perdida de la
divinidad, no puedo estar en mayor desacuerdo. A su favor, la sensibilidad sobre la ruina, independientemente de
la procedencia de ésta, entendiendo que la misma es un trozo de historia y su
análisis y estudio, enseñan muchísimo más que muchos tratados y teorías. En su
contra, las ruinas son consecuencia de un fracaso respecto al mantenimiento del
edificio. Una catástrofe, el abandono del mismo o la desidia, pueden provocar
la ruina económica y material del edificio, lo cual supone, el deterioro del
legado histórico, que como tal llega a nuestros días. Las actuaciones
realizadas en todos los edificios con incorporaciones, omisiones o
modificaciones, incorporan información sobre los hábitos, costumbres y
tecnología de cada época que ha mantenido el edificio, lo cual le dota de mas
valor si cabe, para seguir manteniéndolo y si cabe remontándolo, para que
perdura tantos años o más que los que se ha mantenido en pié hasta nuestros
días. Tomada ésta decisión, adquiere valor su discurso respecto a la integridad
del patrimonio original, donde comparto su respeto y mantenimiento integro, dentro de una lógica
constructiva y económica.
No puedo entender la restauración desde dos puntos
de vista antagónicos. La interpretación de una restauración, debe tener todos
los matices que impone su historia. La teoría sobre la restauración se formula
de diferente manera a lo largo de la historia y su valor varía según épocas y
culturas. Salvo legislación que la regule, los edificios que no se incorporan
al “olimpo del patrimonio catalogado”, también requieren un respeto y una
interpretación, y aquí se pierde muchísima más información, si cabe, que en las
obras de reconocido pasado. Se han derribado y eliminado, actuaciones de poca
historia y valor artístico, pero gran valor social o económico en la historia
de un lugar, un pueblo o una comunidad. En estos casos, es difícil trazar una
línea que defina si mantener, eliminar o restaurar tenga un sentido teórico o
argumental que lo justifique. Si la “policia de patrimonio” no interviene, los
propios ciudadanos deben argumentar, valorar y justificar el mantenimiento de
una construcción que los intereses económicos y políticos deciden eliminar o
sustituir.
Este territorio, más domestico, es donde nos
encontraremos los técnicos, ¿con solo dos formas de entender la restauración?
Me parecen muy pocas y muy reduccionistas. La primera, interviene hasta el
punto del exceso y la segunda no interviene hasta el hastío. Si bien las dos
admiten un grado de valor innegable, respecto al patrimonio histórico. Ninguna
me sirve, pero necesito las dos formulas para incorporarlas al discurso sobre
el valor de nuestro legado histórico.
Voy a ilustrarlo con un ejemplo cercano.
Puerto comercial de zumaia en 1955
Parque Gernika Zumaia 2008
Tan solo
60 años nos separan éstas imágenes, la de 1950 convierten a Zumaia en
referencia comercial para la industria de un valle del Urola, convirtiéndolo en
el segundo puerto comercial detrás de Pasajes. Tras desaparecer su importancia
e infraestructuras, ¿que nos queda como legado de todo aquello?, un edificio
parcialmente descontextualizado, con poco valor artístico y arquitectónico. La
restauración de éste edificio es necesaria para evitar su eliminación o
deformación con incorporación de volúmenes sin mucho sentido estético ni
arquitectónico, como han pretendido técnicos que asesoraron a los políticos que
gestionaban el municipio. Con la incorporación de un uso necesario para la comunidad
municipal, que le de sentido y lo incorpore al nuevo contexto, pero perder la
identidad original. No imagino ni pretendo comparación alguna de esta pequeña e
insignificante estación de apenas 60 años de antigüedad, con la calidad
arquitectónica, histórica y artística, parroquia de estilo Románico tardío de
más de 500 años de antigüedad (restaurada y modificada, por cierto, en base a
las necesidades y posibilidades económicas que cada época ha permitido); si
bien, la pequeña estación representa para un pueblo como Zumaia, una época y un
sistema comercial, que supuso para el municipio, quizá más en 50 años que otras
tantas construcciones, consideradas patrimoniales.
No
hablamos de estilos internacionales, ni históricos, ni ruinas de gran valor
histórico artístico. Hablamos de restauración integral del patrimonio,
entendiendo patrimonio, todo aquello que ha representado o representa una
época, un estilo o una forma de entender el pasado.
Daniel
Carballo Ostolaza,
arkitektoa
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