AÑANAKO
GATZ HARANA ri egindako bisita
La rehabilitación de un edificio catalogado como patrimonio histórico o cultural tiene una connotación directa en el entorno urbano por su repercusión en la memoria colectiva. Memoria visual. No tanto por lo vivido habitándolo, si no por lo ocurrido en su entorno. Su desaparición podría hacer desaparecer de la memoria de sus habitantes un elemento visual, pero con diversa carga social en su significado.
Cuando el
patrimonio a rehabilitar es por un lado parte del paisaje común, lugar de
costumbre, incluso puesto de trabajo, la trascendencia es aún mayor por su
magnitud física y social. Los habitantes y visitantes, comprenden el
territorio, inaccesible para unos, habitual para muchos; donde se unen la
necesidad de pertenecer a él, como obligación. Las costumbres, estacionales
algunas, diarias otras, dejan huellas de todo tipo en las construcciones,
nombres y costumbres. La sencillez de las huertas de sal, convertidas en
monumento. Un material económico. Una materia prima procedente del lugar. La
cultura de la sal, reflejada en la extraordinaria manipulación del territorio.
Sensaciones
contradictorias han recorrido mi cabeza. Por un lado observo con regocijo, las
imágenes de las terrazas cubiertas de vegetación. Observo cómo la naturaleza
recupera su natural equilibrio y como el ser humano se obceca en mantener su
primacía sobre el mismo, estableciendo sus reglas, ésta vez vestidas de
interesantes y ambiciosas actuaciones para la recuperación de la memoria
productiva del valle, del pueblo de Añana.
Observo el
estado ruinoso de la antigua salina que hay que reconstruir, introduciendo
nueva madera (a veces diferente al origen) incluso la incorporación de
materiales como el neopreno! Para mi asombro.
Intento
comprender el gran esfuerzo de comercialización de un producto de gran calidad
y alto precio de venta, en un mercado para pocos. Los cocineros de prestigio
apadrinan este su producto como preferente (como no podría ser de otra manera,
pues su filosofía es trabajar sobre todo con producto del país, para exportar
su potencial en la gastronomía vanguardista). Una tradición, un patrimonio a
cambio de niveles de excelencia y exquisitez, dignas de una obra apadrinada por
mecenas. Es decir, que el sentido común nos diría que desistiéramos del intento
de semejante aventura comercial en un mercado mas modesto.
La mezcla
del territorio con el patrimonio han confundido mis principios respecto a la
prioridad de lo que deberíamos recuperar. El valle original, el río, sus
especies, la biodiversidad de este paraje, en definitiva la naturaleza recupere
su curso. ¿O recuperar las artes del hombre para su subsistencia, la industria
de la sal como tradición cultural? Sigo sin sacar una conclusión clara.
Acuerdos
No obstante
admiro y me he asombrado con el exhaustivo trabajo realizado en la obtención de
información sobre el origen, la sistematización y metodología constructiva de
las terrazas salinas. Sus épocas, técnicas y diferentes fases, analizados con
lupa y con satélite. La obtención y catalogación de las diferentes huellas
observadas y extraídas con minuciosidad. La recuperación de tradiciones, de
puestas en valor de costumbres poco a poco olvidadas y convertidas de nuevo en
motor de la economía directa o indirecta del municipio.
Desacuerdos
Respecto a
las nuevas incorporaciones arquitectónicas, debo decir que me ha parecido
discutible la situación e idea formal del centro de interpretación, haciendo un
ejercicio de arquitectura de homenaje a las capacidades constructivas y
formales de la madera, como material de gran capacidad para crear arquitecturas
complejas, utilizando maderas de muchos orígenes; diferentes al utilizado en el
lugar homenajeado. En vez de buscar una construcción mas integrada y sencilla,
a la altura del magnifico paisaje artificial del valle.
Se oculta
asombrosamente la joya de la intervención (el caparazón) con dos muros de
piedra con un ininteligible canalón metálico que intentan resolver con incertidumbre,
la impermeabilidad de la cubierta de interminables capas: aparente,
impermeable, aislante e interior (cada una de diferente madera, la mayoría importada).
O el muro de piedra, con su roza correspondiente, para evitar filtraciones al interior.
Me parece
una gran oportunidad perdida para realizar un homenaje formal o de contenidos
sobre la estructura de la terraza y el recorrido del agua, que no he observado
en el mismo; si no más bien, es un magnifico homenaje a la capacidad del hombre
en complejizar con tecnología lo que la tradición nos ha enseñado que se puede
hacer de forma más sencilla. Sobre todo teniendo en cuenta el lugar que se
sitúa. Mas parece un objeto ajeno, colocado en una esquina del valle.
Pecando de
vanidad de arquitecto, hubiera imaginado una cubierta de agua (salada o no),
creando un espejo donde se pudiera reflejar el impresionante paisaje de las
terrazas de la salina, como gran centro donde se pudiera resumir toda la visita
haciendo un recorrido real o virtual del agua y la sal, dentro del mismo
edificio. Comprendo y asimilo mejor los pabellones en la zona de entrada a la
salina, como elementos más modestos y proporcionales con el entorno. Sencillos
a la vez que elegantes.
Conclusiones
Una vez
satisfecho mi ego arquitectónico, he salido maravillado de la experiencia y del
trabajo en recuperar técnicas y procedimientos tradicionales. Del trabajo y
metodología en toma de datos y obtención de información previa.
Quedaría
más maravillado del trabajo de rehabilitación si no se introdujeran materiales
tan vanguardistas como el neopreno o aplacado de piedra para formar el suelo de
la terraza. Me
da la impresión que confunde la producción de sal de calidad de alto coste, con
el objeto de la
rehabilitación. Y ¿si hiciéramos las terrazas de poliéster
reforzado, o de pvc? Desde luego, constructivamente simplificaríamos la capa de
arcilla y sus inconvenientes, mejoraría la calidad sanitaria del producto y su
durabilidad y resistencia a los agentes estaría garantizada. ¿Pero que
diferencia hay entre el neopreno y el poliéster, una vez atravesado el umbral
conceptual?
No obstante
aunque sea una cuarta parte de todo el área, me conformaría si se mantuviera
ésta tradición salina, aunque sea testimonial, solo en las terrazas apadrinadas.
Y creo que la velocidad de crecimiento debería ser proporcional al número de padrinos
obtenidos, resultado de que la sensibilización que se hubiera extendido a
muchos agentes, en la recuperación de la salina.
Nota: Tengo que señalar que las condiciones de seguridad en el trabajo no entienden de excepciones, en cuanto a patrimonio o obra nueva; y he comprobado la inexistencia de protecciones (barandillas o redes de protección frente a caídas) para los trabajadores. Creo que con un poco de esfuerzo de integración, la propia madera se puede utilizar para este fin, sin afectar al impacto visual ni paisajístico. La condición de arquitecto en activo y mi situación “in vigilando” me obligan a dar parte de
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