EL JUEGO DE LA PELOTA Y SU IMPLANTACIÓN EN EL
ENTORNO URBANO
Las
actividades que se implantan en el territorio, dejan una traza a modo de
construcción propia. No obstante, las actividades esporádicas, apenas dejan
huellas de la misma, si bien la toponimia o registros históricos
(autorizaciones, sanciones, prohibiciones…) incluso pinturas, o fotografías,
señalan el como y donde pudo haber constancia de alguna actividad, no
propiamente de interés general, pero que forma parte de la antropología de la
sociedad que habita un territorio concreto.
En
este sentido, identificando las trazas que ha dejado el juego de la pelota a
modo de construcciones, o según haya sido o sea la relación con las
construcciones existentes, podríamos establecer una escala, a modo de “grados
de implantación”. Esta “clasificación” será la base de la tesis de la
investigación, donde se quiere identificar la evolución del juego, su
desarrollo y la huella que deja en el urbanismo, al contrario que identifica
los espacios de juego de la pelota, según las diferentes modalidades del mismo.
La definición de los “grados de
implantación”
El
numero de construcciones fijas, que sirvan o sean necesarios para el desarrollo
del juego de la pelota, será el que nos marque el nivel de inserción en el urbanismo
de los cascos antiguos. Estas construcciones, forman parte de las
características de los espacios públicos de las poblaciones. De manera, que una
vez terminada la actividad lúdico – deportiva, las construcciones recuperan su
condición de elementos urbanos y arquitectónicos, de primer orden, donde
cualquier otra actividad, es perfectamente adecuada en el mismo espacio.
Así
el “grado de implantación” definirá la “ausencia” de entrono urbano en su grado
mas bajo o grado 0. Mientras que en su grado más alto, o grado 5, define la
construcción con más elementos, incorporados al entorno urbano, definiendo y
acotando un espacio o recinto, casi cerrado, claramente diferenciado del resto.
Los edificios construidos para el juego
de la pelota
El
diseño y construcción de un edificio para acoger una actividad lúdica, no la
vamos a incluir en la misma escala; pues pasaría al grado de edificio y no se
transforma en espacio del entorno urbano.
En
este caso, el juego se confina en un recinto cerrado, y se introduce al espacio
privado. El juego desaparece de las calles y plazas para ser objeto de deseo.
Promovido por intereses económicos, las construcciones para disfrutar de la
actividad lúdica, previo pago de entrada, ven en el juego de pelota un cebo muy
apetecible, para una sociedad que modifica sus hábitos y se acomoda,
permitiendo la progresiva desaparición del juego del entorno urbano.
Esta
forma de disfrutar y practicar el juego es la habitual en nuestros días.
Aquí
podríamos hacer otra relación de recintos, cerrados, generalmente con gradas,
descubiertos en los inicios, cubiertos casi la mayoría en la actualidad; que no
nos interesa profundizar en este trabajo, pues su relación con el entorno
urbanos es similar a la de los edificios de publica concurrencia; los exentos
conforman cuatro fachadas y uno o dos los situados entre medianerías.
Grado 0
El
espacio de juego se conforma con unas marcas naturales, o artificiales, pero
una vez terminada la actividad, desaparecen. Sería la definición del “campo de
juego” o “Soropil”, “pilotasoro” (denominación que podemos encontrar en la
toponimia de Euskal Herria). Este espacio de juego, no precisa de ninguna
adaptación, más que la superficie parcialmente horizontal, que puede situarse
en el campo, prado o “soroa”.
En estos espacios se practica la modalidad de “bote luzea”, que ni siquiera es
necesario el bote en el saque inicial, practicándose al aire, entre dos equipos
de cuatro miembros.
Grado I
Cuando
el espacio del juego se sitúa en el entrono cercano de construcciones como la
muralla de las poblaciones, las plazas centrales, o en la calle, entre
viviendas. Las construcciones que rodean el espacio, no afecta al desarrollo
del juego, aunque puede tomar parte en el mismo. De esta manera, tendremos dos
elementos que ya insertan elementos propiamente del espacio de juego en el
urbanismo de las poblaciones o sus entornos cercanos.
Se
produce la conquista del juego en el entorno de la muralla, o dentro de las
plazas de los pueblos, , solo condicionado por las proporciones necesarias para
el desarrollo del juego, con una relación de un largo de la menos 60 - 80 metros por la cuarta
parte de ancho.
Elementos
que lo señalan:
Botarria
Con
la piedra de saque, “botarria”, “sakearria”, se incorpora un elemento habitual
en otras modalidades posteriores, como el guante – laxoa entre otras.
Pretil
El “pretil”,
será el primer elemento urbano que confina el “recinto”, que marca las
proporciones del espacio de juego. Podríamos señalar que este asiento, o grada
perimetral, es la primera versión de la futura grada escalonada.
El
espacio de juego utiliza partes de edificios preexistentes, para que tomen
parte en el juego a modo de rebote durante el transcurso del juego. El saque se
realiza en el “botarria” o botillo (baldosa de piedra inclinada, sobre un
trípode de herrería o madera), y el resto se realiza al aire o dejando que la
pelota rebote en la pared del edificio, habitualmente iglesia, ayuntamiento o
similar, donde todas su peculiaridades sirven (tejado, balcones, ventanas,…)
para que su rebote sirva para continuar el juego.
Los
balcones de las viviendas, las coronaciones del muro de la muralla o los
pretiles, sirven de espacio para que los espectadores, observen el juego.
Esta
pared es la primera incorporación importante dentro de la gran trasformación
del juego, que se producirá durante el siglo XIX.
El
juego incorpora la primera construcción necesaria, para el desarrollo del
juego. Se admite que el juego con el rebote en la construcción preexistente (la
pared de la iglesia etc) dinamiza el juego y se construye un segundo rebote o
pared, exclusivo para el juego. Se realiza aquí, una construcción del frontis,
o rebote, en aquellos espacios o plazas donde los edificios, no configuren
totalmente el rectángulo.
Este
frontis o pared de rebote, puede ser la pared de resto, o la de la espalda del
saque, dependiendo de las características de la pared inicial.
Hay
espacios del juego donde las medianeras de las viviendas, dentro de la plaza
principal, sirven de rebote indistintamente, o plazas sin configurar un
rectángulo, que incorporan un frontis o pared de rebote, para disponer del
espacio del juego a pelota, que de otro modo no sería posible disponer, por las
características irregulares de la plaza principal.
La
pared de rebote, es una construcción generalmente de piedra, reforzada o
sostenida por medio de contrafuertes en la parte posterior, o construída como
muro de contención de una ladera, que pudiera haber sido desmontada, para
formalizar las proporciones de la plaza hasta os 60 – 80 metros de largo,
necesarios para el desarrollo del juego.
Es
en definitiva la primera gran construcción, característica del juego de la pelota,
dentro de los cascos históricos, después del “botarria” o el “pretil”. Incorpora
un solado de la anchura de la pared de rebote de una anchura de unos 10 – 12 metros , que facilita
la consecución del bote en el suelo, antes o después de haber pegado la pared.
Hay
rebotes con paredes ligeramente inclinadas 2 o 3 grados respecto al ángulo
ortogonal, para facilitar el rebote mas alto.
Sara,
Uitzi, Oiartzun, Doneztebe, Zubieta…son algunos ejemplos.
La
plaza de Urroz (Nafarroa) una de las mas peculiares.
Grado IV
A
partir de mediado del siglo XIX, se produce una transformación del juego de la pelota. Lo que requiere
una investigación más profunda, de las causas que la producen.
La
incorporación de la pared izquierda, el suelo liso, duro y homogéneo y sobre
todo, la consecución del juego indirecto.
El
juego indirecto, es aquel que los contrincantes juegan mirando la pared, en vez
de enfrentados. Utilizan la pared para que rebote al lanzar la pelota contra la misma. El suelo y la
pared izquierda, sirven para que la pelota bote solo una vez, antes de lanzarla
de nuevo contra el frontis. De manera que el recinto del juego lo configuran
tres elementos contractivos, fundamentales para esta nueva modalidad. El
frontis, pared izquierda y el suelo. Se denomina juego al “blé”, o juego
moderno.
La
introdución del caucho en la fabricación del alma de las pelotas (kixkia),
permite que la pelota bote más y aumenta la velocidad y la duración del juego,
permitiendo jugadas mas largas.
En
los cascos antiguos, se construyen con más o menos acierto, las paredes
necesarias para delimitar este nuevo espacio de juego de la pelota.
Donde
podría haber existido una pared de rebote importante, se le construye una pared
con contrafuertes a modo de pared izquierda (Mundaka…).
Y
donde existe un pared larga se le incorpora una pared a modo de frontis
(Laguardia, Getaria en la muralla original, Aizarnazabal…).
Tal
sería la pasión y popularidad hacia esta nueva modalidad del juego que la
incorporación de las nuevas paredes, se realiza sin ningún miramiento
urbanístico, pudiendo quitar las vistas a la plaza de muchas construcciones de
los centros de las poblaciones (Ermua, Otxandio…), o perder las vistas al
paisaje como en Elgoibar.
Otros
frontones, en cambio, se incorporan a las paredes de contención de terrenos,
contra el monte etc. (Azkoitia, Ondarroa…) consiguiendo integrar con más
habilidad el espacio del juego al urbanismo de la época.
Las
dos modalidades siguen existiendo hasta nuestros días, si bien el juego
indirecto en frontón de pared izquierda en el centro de las plazas, adquiere
mayor relevancia
No
obstante se siguen jugando partidos de juego directo incluso en frontones de
juego indirecto.
Grado V
Podríamos
denominar implantación del juego en su grado V, al frontón de pared izquierda
de nueva planta, o bien la trasformación de una pared de rebote del espacio
denominado grado III, trasformado a frontón de pared izquierda. Espacios
construidos a partir de mediados del siglo XIX, conforman construcciones
compuestas por al menos 3 partes, frontis, pared izquierda y pavimento
contínuo. Incluyen las necesarias marcas o elementos que limitan el espacio del
juego como la “chapa” del frontis, las “líeas” o rayas de la falta (en el
cuadro nº5) o la “pasa” del cuadro nº7, construidas con ladrillo o adoquín
enrasado con el pavimento, para su diferenciación, o simplemente pintados sobre
el pavimento contínuo del suelo. En la actualidad, la mayoría de estos espacios
están cubiertos y disponen de gradas. El espacio publico ha desaparecido para
convertirse en un edificio “privado” al uso publico.
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